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CFK 2023

Hace tres meses que no escribo sobre Argentina, puntualmente desde el intento de asesinato a cierta identidad colectiva representada en un ser humano, el motivo es que lo actual me tiene en carne viva y pensé dejar correr un tiempo para expresarme con más claridad, moviéndome paradójicamente con esas reglas de juego que me empeño a diario en derribar: las que dicen que las pasiones embarran las ideas valiosas, que debemos ser objetivamente racionales. En consecuencia comienzo a teclear, sabiéndome en la misma condición que antes, como ejercicio habitual para ordenar ideas. Releo anotaciones dispersas, ojeo páginas, escucho algunos recortes y miro en perspectiva una esquina, una plaza, una cancha. Lagrimeo un poco y me voy dando cuenta de que lo político me cruza transversalmente en este mismo momento.


Qué importante es tejer entramados afectivos en donde se han creado reales agujeros que van desde 2015 a la fecha. Pienso en esto y sé perfectamente que me siento frente a la notebook porque es Diciembre y desde que tengo memoria éste ha sido y será siempre un mes intensamente movilizante: desde el Pocho Lepratti hasta Cromañón, desde José Pablo hasta Hebe, desde la plaza del "Que se vayan todos" hasta la plaza del "Vamos a Volver". En el medio estamos todes, mirando hacia un costado nuestra historia y hacia el otro un futuro imaginario, un devenir que solo será posible en tanto lo tomemos precisamente como un tejido (y otra vez lo emocional: parpadeo y veo las manos de mi abuela enseñándome a tejer, veo el hilo engancharse con una maniobra entre sus dedos y la aguja para salir del eslabón anterior en una sucesión concatenada hacia adelante), con esto me refiero a pensar el hoy en diálogo con el ayer para arrojar flechas a un horizonte que no podrá ser cualquiera, debemos hacer el esfuerzo para que el mañana sea construido con coherencia.


Yo sé que esto que digo es muchas veces imposible en la vida misma, pero hay que intentarlo porque los espacios que dejamos los toman otros, adversarios -para ellos enemigos- a nuestros proyectos, que se empeñan en aislarnos, en plantarnos desconfianza ante otro ser humano, a inyectarnos miedos, a hacernos perder la memoria y poco a poco corrernos de la construcción del porvenir. En este escenario creo que la historia puede dar un vuelco negativo y sangriento en cualquier momento, por lo que resulta vital no abandonar los lazos afectivos sino por el contrario, profundizarlos para ir despertando de nuevo a esa sociedad política y activa de la primera década de este siglo, que en definitiva éramos todes nosotres, sí, que usamos el lenguaje inclusivo como herramienta disruptiva del orden dado, que supimos volver fiesta hasta las aperturas de sesiones ordinarias del Congreso, que caminamos junto a presidentes latinoamericanos aquel Bicentenario (que reitero debe compartirse como fecha hito en toda la Patria Grande) en donde nos cuidábamos todes con respeto y amor aunque no nos conociéramos, porque así eran los encuentros populares en la calle. Esto sucedía, y lo vemos de nuevo ahora, porque nos encontrábamos completamente reconocidos en una identidad que daba sentido a lo que experimentábamos y, a su vez, esperanza en el futuro. Dentro de este marco se movían nuestros Gobiernos hasta no hace mucho tiempo, que interpretaron y llevaron a la práctica mejor que nadie en el planeta la construcción de identidades colectivas, reivindicando y diferenciándose de sus oponentes mediante el contenido afectivo de sus discursos y gestiones. En Argentina esto se palpó durante el Kirchnerismo.


Hoy, toda esperanza naturalmente afectiva se encuentra centralizada en la figura de Cristina Fernandez y esto hay que decirlo con firmeza, dejemos el rol de novelistas y misteriosos para quienes especulan con el país como si fuera una serie de Netflix, o sea, los políticos que buscan renovar su contrato de laburo y la tv. Nosotres somos gente común y tenemos que saber lisa y llanamente que ésta es la situación actual. Entendamos que hay que dejar de fingir demencia porque parecemos personas con vínculos que se comportan como novies sin pronunciar el rótulo porque a algune no se le ocurre decirlo por algún extraño motivo. Entendamos que el liderazgo es liderazgo antes de adquirir forma institucional. En criollo: la lideresa es Cristina, mujer indiscutiblemente capaz de proponer formas de identificación colectivas lo suficientemente fuertes como para movilizar pasiones políticas. Entonces ¿a qué estamos jugando? Como ciudadanas y ciudadanos comprometidos debemos corrernos del discurso estúpido y dubitativo que escuchamos en las redes de comunicación y sostener con nombre y apellido la bandera de lo nacional y popular. Porque nos va a pasar lo mismo que en elecciones anteriores y después a llorar al campito. El año tiene que terminar con el consenso popular de llevar a nuestra mejor cuadro a ocupar el rol que ya le fue dado.


El mundo está jodido de verdad y tenemos la responsabilidad como país de volver a ser vanguardia en llevar adelante otras formas de organización. Buen vivir o extinción.


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