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ES CRISTINA, AMORES.

No podemos permitir que el debate sobre el porvenir habite en las capas superficiales de las redes de comunicación dominantes, en las frases sin un hilo conductor del pasado hacia un presente y un futuro estratégico conveniente. Yo sé que hay algo en el colectivo social que es difícil de analizar mientras está en especial movimiento, en esa frecuencia constante de construcción de su propia identidad, pero no podemos por ello resignarnos a que nos de igual y reproducir el discurso de muchos -que a esta altura no sé a qué juegan ni qué camiseta tienen puesta- de la especulación, de la falta de alternativa real, del me da igual total la cosa no va a cambiar. Eso es regalar una parte esencial que nos define como pueblo y que es el elemento afectivo, la esperanza por un porvenir mejor. De ninguna manera debemos abandonar la disputa. No es mi intención teorizar porque eso implicaría un poco hablar en clave de pichón de intelectual y eso es algo que justamente no me interesa ahora. Me gustaría que me lean mate y bizcochitos de por medio para dialogar desde el lugar que ocupamos pero elevando el nivel del debate.


Tomemos por favor conciencia de que el marco de estas elecciones es una catástrofe nuclear y/o medioambiental mundial, lo escribo lamentablemente sin un gramo de exageración, ése es nuestro tablero de juego. El razonamiento entonces, teniendo en cuenta lo anterior, debiera caer en la pregunta acerca de quién es el ser humano al que hoy en día se le adjudica un liderazgo existente, palpable e indiscutible en el país, que pueda probadamente conducir los anhelos y al mismo tiempo construir un discurso de cuidado de lo colectivo frente a otros que desean la destrucción planetaria sin importarles nada. Yo no digo que ese ser humano resulte un salvador que solucione con una varita mágica nuestros dramas estructurales y lleve adelante la revolución de los nadies, solo digo que paso a paso tratemos de caminar en un sentido coherente, al menos quienes decimos defender ciertas banderas.


Hay mucha gente que veo tiene una especie de miedo de bancar cierto nombre por el "a ver si", sumado a que nos encanta a los argentinos tener la razón y opinar sobre cosas que no sabemos, también nos la damos de estrategas muy baratos y a medida que une va a hablando con personas que tienen más "contactos", el nivel de estupidez aumenta. Miren, la izquierda históricamente no está justamente parada en la vereda de los ganadores, nuestro espacio ideológico más bien se mueve en un terreno con pocas grandes victorias, entonces de qué nos la damos? Lo que tenemos que entender es que pese a todo, siempre volvemos. Debemos tener la certeza de ello: nos regeneramos porque nos moviliza la pasión y la esperanza de un proyecto que defenderemos a ultranza y más aún si su simplificación recae en uno o varios sujetos que nos representan, que tienen las mismas movilizaciones que nosotrxs.


No debiera interesarnos perder siempre y cuando resguardemos en un lugar seguro esa esperanza colectiva. Lo que creo es que si abocamos nuestra energía en defender lo que nos sale del corazón puede que perdamos de todas maneras pero quizás tengamos una chance de triunfo, si nos acomodamos por cálculos entonces limitaremos el terreno de lo posible por el solo hecho del miedo a ese "a ver si". Yo prefiero una derrota abrazada a mis convicciones porque sé que puedo volver a dar batalla en otro momento con las mismas ganas y potencia. En unas horas puede que nada de lo que escriba ocurra finalmente, aún así seguiré sosteniendo el mismo nombre, no me da miedo equivocarme porque creo que es la única manera de avanzar. Si perdemos con un sujeto que no nos representa, las chances de recomponernos serán diminutas. Hay que tener más agallas en momentos como los actuales y tomar partido, dejemos que la calle del medio la transiten los mediocres.



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