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Las protestas son contra el modelo.



Los años de pésima administración de Lenin Moreno, el traidor del pueblo que concluyó su mandato en el marco de un paupérrimo manejo de recursos para enfrentar la crisis mundial del Covid-19, sumado al año de gobierno del banquero Guillermo Lasso, dieron por resultado un paro nacional indefinido que hoy cumple su décimo tercer día.


A la convocatoria de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) se sumaron sectores de la sociedad (especialmente estudiantes y feministas) que no sólo están en claro descontento con un modelo de gestión, sino que se encuentran desde hace años en un estado de extrema vulnerabilidad y que reclaman nada menos que derechos básicos para la subsistencia. Acá es donde hay que hacer la pausa y pensar más allá de los relatos o sucesos propios del tablero político para evitar la lejanía emocional y racional que hoy provoca la infodemia.


En unas horas se debatirá en el Congreso ecuatoriano la posible destitución de Lasso ante la solicitud de la bancada de Rafael Correa, UNES (Unión por la Esperanza), quienes se expresaron ayer de manera formal tras doce días de jornadas represivas en las calles. Por su parte el Presidente, en complicidad con los medios de comunicación, trata de justificar discursivamente su ensangrentado accionar estigmatizando la protesta, acusando al presidente de la CONAIE de golpista al mismo tiempo que indica pretender dar lugar al diálogo. Se siguen los pasos de la misma receta una y otra vez pero al igual que en 2019, la gente en la calle demuestra una indudable desconfianza a los medios de comunicación locales que -saben- engañan, distorsionan y ocultan dentro y fuera la situación del país.

Si la decisión de convocar a sesiones es correcta, si las condiciones están dadas, si se actuó o no con prudencia, son cuestionamientos con respuestas poco claras a esta altura, lo cierto es que el espacio del Mashi está inyectando presión a un gobierno rígido que desoye los reclamos colectivos.


Es desde el recordado estallido por la suba del combustible que Ecuador se encuentra activo, pero attenzione porque (si bien no resultó en sus últimas elecciones) esto se da en el mismo contexto de movilizaciones en donde el resultado de salir a las calles volvió a virar los Estados a la izquierda, desde Argentina, Bolivia, Honduras, Chile hasta la propia Colombia y veremos en los próximos meses qué sucede en Brasil. Es que no va más el modelo de la individualización, no van más las economías extractivistas, las sociedades institucionalizadas, la falta de cuidado y derechos de la Madre Tierra. No va más nada del sentido común que hasta ahora nos impusieron. Será tarea de las izquierdas absorber las nuevas demandas, superarse a sí mismas y traducirse en porvenir.


Comprender que en Latinoamérica se está parado ante un hecho latente que es el resurgir del sentido común de aquella década quiebre infiltrada en nuestra historia, es vital para dibujar nuevos horizontes en tiempos -que García Linera define como- liminales, donde el futuro es incierto y si no logramos estar despiertos la percepción de un mundo fraterno y respetuoso de la vida tenderá a desvanecerse.


No es necesario conocer de fondo la historia social y política de cada país para tomar partido, que el desconocimiento no obstaculice el hecho de sostener una mano a favor de una causa digna, muchas veces sólo a favor de mantener la vida. No tratemos de ver los hechos con ojos y corazones de personas que viven en otros países y no poseen en sus raciocinios nuestro ADN, nuestras luchas y derrotas. Su juicio no es nuestra verdad. No es la intención ofender ni echar culpas, sino tratar de analizar correctamente la coyuntura continental en pos de causas por las que, considero, valen mucho más de lo que les dedico.




Que lo injusto no me sea indiferente.


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