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Visita a Nino

Tomo el subte en Vittorio Emanuele y en Termini me separo de los chicos, combino la B hasta Piramide. Salgo de la estación con entusiasmo de aventurera solitaria en un lugar desconocido, cruzo unos canteros y a unas personas en situación de calle, a mi derecha una especie de castillo, frente a mi una pirámide egipcia, muros, un calor infernal y casi nadie en la calle. Cruzo, veo a un hombre cargando su auto y lo encaro, le digo unas palabras como puedo, como me salen. Me indica la entrada del lugar, me sonríe y yo me río sabiendo el efecto de pena y ternura que acababa de ocasionar. Entro a la inmensidad del cementerio un poco aliviada por la cantidad de árboles y por tanto sombra. Camino un buen rato. Veo su nombre y una flecha a la izquierda. La sigo. Al final de un pasillo estaba finalmente bajo un cielo aturquesado y unos pajaritos que acompañaban el único sonido de mis pasos sobre la arenilla del suelo. Me siento en un banco frente a sus restos, una piedra que tenía grabada su apellido y abajo: Ales 1891 Roma 1937. Piedritas redondas encima, plantas marchitas alrededor, tierra seca y raíces, el desorden del abandono. Veo a un costado las únicas dos macetas con flores. Al otro costado un grifo de agua. Pienso en que llegué con las manos vacías y recuerdo haber visto una planta cerca de la entrada con flores rojas. Arranco un ramillete. Conecto una manguera al grifo. Quito las ramas secas, levanto las macetas caídas, acomodo las que tienen flores adelante, riego la tierra. Apoyo mi ramo improvisado encima y mi mano unos segundos más. Sentipienso.

Un día como hoy nacía Antonio Gramsci.

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