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Prefacio a la introducción de Populismo

¿Por qué desde las estructuras de poder se califica al Populismo de una manera peyorativa?


A continuación, una brevísima antesala del término que más ha sido tergiversado y que por su falta de claridad termina confundiendo a la sociedad cuando se lo traslada al ámbito político.


Si partimos de una definición sintomática de Populismo, encontraremos en ella un elemento central: es la constitución del pueblo como un actor político. En esta constitución como sujeto que se reconoce, existe un discurso contrario al status quo y del que nace la idea de un Ellos y un Nosotros, que marca el conflicto entre los poderosos y los débiles, entre la minoría y la mayoría que, al reencontrarse en sí misma, puede tener la posibilidad de salirse de su postración y posicionarse también como poderosa.


Ahora bien, el Populismo como concepto no puede ser sólo una apelación a la idea de pueblo, pues eso nos llevaría al problema de la definición de pueblo en sí. Diremos entonces que el Populismo posee una necesidad de antagonismo y de idea de conflicto que desemboca en dos etapas: Una de Des-identificación: como fase destituyente, de desaprendizaje de las nociones que el pueblo pueda tener de sí mismo para luego transformarse. Y otra de Re-identificación: Como su fase constituyente, que permitirá el surgimiento de ese pueblo.


Francisco Panizza nos dice que el populismo parte siempre de un fracaso de las instituciones sociales y políticas existentes que enmarcan a la ciudadanía dentro de un orden estable. En esta ruptura del institucionalismo existente recordemos a Ernesto Laclau, quien plantea que el populismo surge de una pluralidad de demandas que el sistema institucional no tiene la capacidad de absorber. Ocurrirán entonces un significante vacío y una cadena de equivalencias, que aún no están articuladas como construcción política clara.


Para finalizar este prefacio y volviendo a las fases del concepto que estamos tratando, diremos que cualquier transformación social implica un proceso de toma de conciencia que pasaría por las siguientes intraetapas: Doler- Saber- Querer- Poder- Hacer. Es esencial que el populismo como concepto transite esta ecuación para poder definirlo y al mismo tiempo diferenciarlo de lo que más adelante relacionaremos con las formas de hacer Política. Brevemente, el camino plantea que, cuando el dolor se convierte en un conocimiento pone en marcha un proceso que no existiría si el dolor se quedara quieto en su mismidad y no fuera capaz de convertirse en una reflexión que busque las causas y los orígenes de ése dolor. Transmutar el dolor en conocimiento implica plantearnos la idea de dolor innecesario, así se pondrá en marcha el proceso de voluntad que tratará de acabar con las causas de ese dolor. Si uno desea esto, buscará la necesidad de encontrar un cómo y allí vendrá el momento político, traducido en un poder que debe actualizarse y convertirse en un hacer.

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